Travesía del Atlántico
Amanecer en alta mar
En medio
del Atlántico (Notas de Nuria)
10 de abril de 01
Bueno, en realidad no sé exactamente el día que
es. Lo que sí se es que este es el viaje más maravilloso de
mi vida. Estoy en medio del Atlántico, sobre la fosa abisal de Emerara.
Un viento suave empuja nuestro barco, “El holandés errante”,
que con sus dos foques desplegados como dos alas se desliza suavemente por
el océano tranquilo. Hasta hace dos días, los alisios soplaban
bien, ni fuertes ni flojos y el barco corría a una media de 6 nudos.
Cada día adelantábamos unas 130 millas, un trozo bastante grande
en la Carta del Piloto, que es el gran mapa del mar que llevamos. Pero de
pronto se paro el viento y nos quedamos casi parados. Bueno, ¡paciencia!
digo yo, ¡es mejor la calma que la tempestad! Y a la noche empezó
una brisa que era un regalo. Ahora cada noche viene y nos va llevando hacia
el Caribe, dirección directa hacia Barbados. Mas poco a poco de lo
que Huub había previsto, pero nos lleva, que es lo importante. Hace
ya unos once días que navegamos sin parar. Alrededor nuestro, solo
agua, pero no cansa. Me gusta el mar. Me gusta esta cara que me esta dando
el Atlántico: su más bella cara: alisios, olas largas por las
que baja nuestro barco planeando, peces gigantes que pasan por debajo del
casco, (la verdad es que no sé seguro de sí eran tiburones),
y ninguna tempestad. Y ahora esta mar, este océano en calma, casi sin
olas, que parece un Mediterráneo manso, y el suave sonido del barco
que avanza poco a poco ¡pero avanza!.
Estamos dentro, Huub en la proa y yo en la cabina, y cada rato, de vez en
cuando, damos un vistazo. Aun no hemos visto ni un barco en los 11 días,
ni siquiera ahora, que estamos atravesando la ruta comercial de América
del Norte con América del Sur. Las primeras noches de guardia hice
guardia de verdad, bien despierta en la bañera al pie del timón
y mirando las estrellas. Luego ya nos fuimos a dormir con el minutero que
sonaba cada 15 minutos y al final ya enviamos el minutero a paseo y cada vez
que nos despertamos alguno, pues vamos a mirar al horizonte. Con el movimiento
del barco te despiertas muchas veces y cada vez vamos a mirar. Desde la cabina
de proa solo hay que incorporarse y mirar por las ventanillas. En la cabina
grande tienes que escalar un metro (ahora provisionalmente sin escalones)
y sacar la cabeza por encima de la escotilla.
Son las 4 de la madrugada y me he despertado con ganas de escribir un poco
sobre estos días...
En
una travesía larga hay mucho tiempo para leer y pensar. |
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Los primeros días no me soltaba de la correa de seguridad... luego ya cogí más confianza. |
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Humberto arrancando el motor. Aunque íbamos solo a vela, de vez en cuando lo poníamos en marcha. |